Razones de fuerza mayor nos han impedido realizar nuestra sesión presencial, por lo que continuaremos con el debate en forma virtual. Hagan sus comentarios en base a los siguientes textos:
Confronte estos fragmentos con la lectura de Bateson y redacte un comentario crítico al respecto.
Texto 1: Las mentes son muchas, la naturaleza es una. Cada uno de nosotros tiene su propia posición en el mundo y por ello su propia perspectiva del mismo. Es fácil pasar de esta perogrullada a alguna noción confusa de relativismo conceptual. El primer relativismo, inocuo, es el relativismo bien conocido de la posición en el espacio y el tiempo. Dado que cada uno de nosotros ocupa un volumen de espacio-tiempo, dos de nosotros no podemos estar exactamente en el mismo lugar al mismo tiempo. Las relaciones entre nuestras posiciones son inteligibles porque podemos situar a cada persona en un mundo común y único, y en un marco temporal compartido.
El relativismo conceptual parece similar, pero la analogía es difícil de llevar a cabo puesto que podemos preguntarnos cuál es el punto de referencia común o el sistema de coordenadas respecto al cual cada esquema es relativo. Sin una buena respuesta a esta pregunta la afirmación según la cual cada uno de nosotros en algún sentido habita su propio mundo pierde su inteligibilidad.
Por esta y otras razones he sostenido durante mucho tiempo que hay límites respecto a cuánto pueden diferir los sistemas de pensamiento, tanto individuales como sociales. Si por relativismo conceptual queremos dar a entender la idea de que los esquemas conceptuales y los sistemas morales, o las lenguas asociadas a ellos, pueden diferir enormemente –hasta el punto de ser mutuamente ininteligibles o inconmensurables, o por siempre fuera del alcance de resolución racional-, entonces rechazo el relativismo conceptual. Es evidente que en las diferentes épocas, culturas y personas, hay diferencias de ciertos tipos respecto de lo que reconocemos y por lo que luchamos; pero se trata de diferencias que con empatía y esfuerzo podemos llegar a explicar y comprender. Los problemas aparecen cuando tratamos de aceptar la idea de que debe haber diferencias más globales, ya que esto parece pedirnos (absurdamente) que adoptemos una posición externa a nuestros propios modos de pensar.
Texto 2: La creencia es una condición del conocimiento. Pero para tener una creencia no es suficiente con discriminar entre aspectos del mundo, comportarse de modos distintos en circunstancias distintas; esto lo hace un caracol o una litorina. Tener una creencia exige además apreciar el contraste entre creencia verdadera y creencia falsa, entre la apariencia y la realidad, el mero parecer y el ser. Por supuesto podemos decir que un girasol ha cometido un error si gira hacia una luz artificial como si fuera el sol, pero no suponemos que el girasol pueda pensar que ha cometido un error, de modo que no atribuimos una creencia al girasol. Quien tenga una creencia acerca del mundo –o acerca de cualquier otra cosa- debe captar el concepto de verdad objetiva, de lo que es el caso independientemente de lo que él o ella piensa. Debemos preguntar, por tanto, por la fuente del concepto de verdad.
Wittgenstein nos puso en la pista de la única respuesta posible a esta pregunta, tanto si su problema era tan amplio como el nuestro como si no, y tanto si creía que hay respuestas a los problemas filosóficos como si no. La fuente del conocimiento de la verdad objetiva es la comunicación interpersonal. El pensamiento depende de la comunicación. Esto se concluye inmediatamente si suponemos que el lenguaje es esencial para el pensamiento y estamos der acuerdo con Wittgenstein en que no puede haber un lenguaje privado. El argumento fundamental contra los lenguajes privados es que, a menos que un lenguaje sea compartido, no hay modo de distinguir entre usar el lenguaje correctamente y usarlo incorrectamente; únicamente la comunicación con otros puede proporcionar un control sobre el uso correcto de las palabras, únicamente la comunicación puede suministrar una norma de objetividad en otros dominios. No tenemos razones para atribuir a una criatura la distinción entre lo que se piensa que es el caso y lo que es el caso a menos que esa criatura posea la norma que un lenguaje compartido proporciona; y sin tal distinción no hay nada que pueda claramente denominarse pensamiento.
Texto 1: Las mentes son muchas, la naturaleza es una. Cada uno de nosotros tiene su propia posición en el mundo y por ello su propia perspectiva del mismo. Es fácil pasar de esta perogrullada a alguna noción confusa de relativismo conceptual. El primer relativismo, inocuo, es el relativismo bien conocido de la posición en el espacio y el tiempo. Dado que cada uno de nosotros ocupa un volumen de espacio-tiempo, dos de nosotros no podemos estar exactamente en el mismo lugar al mismo tiempo. Las relaciones entre nuestras posiciones son inteligibles porque podemos situar a cada persona en un mundo común y único, y en un marco temporal compartido.
El relativismo conceptual parece similar, pero la analogía es difícil de llevar a cabo puesto que podemos preguntarnos cuál es el punto de referencia común o el sistema de coordenadas respecto al cual cada esquema es relativo. Sin una buena respuesta a esta pregunta la afirmación según la cual cada uno de nosotros en algún sentido habita su propio mundo pierde su inteligibilidad.
Por esta y otras razones he sostenido durante mucho tiempo que hay límites respecto a cuánto pueden diferir los sistemas de pensamiento, tanto individuales como sociales. Si por relativismo conceptual queremos dar a entender la idea de que los esquemas conceptuales y los sistemas morales, o las lenguas asociadas a ellos, pueden diferir enormemente –hasta el punto de ser mutuamente ininteligibles o inconmensurables, o por siempre fuera del alcance de resolución racional-, entonces rechazo el relativismo conceptual. Es evidente que en las diferentes épocas, culturas y personas, hay diferencias de ciertos tipos respecto de lo que reconocemos y por lo que luchamos; pero se trata de diferencias que con empatía y esfuerzo podemos llegar a explicar y comprender. Los problemas aparecen cuando tratamos de aceptar la idea de que debe haber diferencias más globales, ya que esto parece pedirnos (absurdamente) que adoptemos una posición externa a nuestros propios modos de pensar.
Texto 2: La creencia es una condición del conocimiento. Pero para tener una creencia no es suficiente con discriminar entre aspectos del mundo, comportarse de modos distintos en circunstancias distintas; esto lo hace un caracol o una litorina. Tener una creencia exige además apreciar el contraste entre creencia verdadera y creencia falsa, entre la apariencia y la realidad, el mero parecer y el ser. Por supuesto podemos decir que un girasol ha cometido un error si gira hacia una luz artificial como si fuera el sol, pero no suponemos que el girasol pueda pensar que ha cometido un error, de modo que no atribuimos una creencia al girasol. Quien tenga una creencia acerca del mundo –o acerca de cualquier otra cosa- debe captar el concepto de verdad objetiva, de lo que es el caso independientemente de lo que él o ella piensa. Debemos preguntar, por tanto, por la fuente del concepto de verdad.
Wittgenstein nos puso en la pista de la única respuesta posible a esta pregunta, tanto si su problema era tan amplio como el nuestro como si no, y tanto si creía que hay respuestas a los problemas filosóficos como si no. La fuente del conocimiento de la verdad objetiva es la comunicación interpersonal. El pensamiento depende de la comunicación. Esto se concluye inmediatamente si suponemos que el lenguaje es esencial para el pensamiento y estamos der acuerdo con Wittgenstein en que no puede haber un lenguaje privado. El argumento fundamental contra los lenguajes privados es que, a menos que un lenguaje sea compartido, no hay modo de distinguir entre usar el lenguaje correctamente y usarlo incorrectamente; únicamente la comunicación con otros puede proporcionar un control sobre el uso correcto de las palabras, únicamente la comunicación puede suministrar una norma de objetividad en otros dominios. No tenemos razones para atribuir a una criatura la distinción entre lo que se piensa que es el caso y lo que es el caso a menos que esa criatura posea la norma que un lenguaje compartido proporciona; y sin tal distinción no hay nada que pueda claramente denominarse pensamiento.